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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN: 9781697412055
Editorial: Independently Published
Este libro está pensado para padres y madres que quieran construir una forma de guiar y acompañar a sus hijos distinta a la aprendida en sus familias y en la sociedad en general.
A partir de la introducción del concepto de crianza consciente, la autora ofrece valiosos ejemplos y herramientas a quienes deseen tener una descendencia con plena consciencia de lo que ello supone.
A la hora de los conflictos en el hogar, los verdaderos problemáticos no son los niños, sino los padres y la sociedad infantofóbica.
No se trata de lo que la criatura hace, sino de cómo reaccionamos los adultos, pues los niños actúan de la única manera que su desarrollo y maduración neurológica y psicológica les permite.
Para desarrollar una crianza consciente se requiere un cambio interno que necesita ser trabajado a diario, para poder aprender a regular nuestras emociones y desenvolvernos en el mundo desde la atención plena.
Es necesario recapacitar sobre el hecho de que tus hijos ni siquiera existían hace unos pocos años. Están empezando a comprender qué es esto que los adultos llamamos emociones, y que aún no regulan como uno espera porque no han tenido ni el tiempo cronológico ni las experiencias suficientes para aprender a hacerlo.
Acosta Rodríguez sostiene que, lamentablemente, en la vida moderna no se le da la suficiente importancia a prepararnos psicológicamente para ser padres, y llegamos a serlo subestimando el nivel de compromiso que requiere un bebé.
Esto es muy problemático porque todas nuestras expectativas de “madre perfecta” que nos impone la sociedad se derrumban llenándonos de culpa, miedos e incertidumbres.
La autora hace una analogía entre criar y disciplinar con respeto, y edificar una casa: para ambos se necesitan cimientos fuertes y sólidos, además de una base segura desde donde seguir construyendo. Esos cimientos son los padres, madres y educadores.
Para poder emprender una nueva forma de crianza, debemos ocuparnos de trabajar en nuestras propias falencias en cuanto a regulación emocional antes de enfocarnos en intentar modificar las de nuestros hijos.
Criar y disciplinar con respeto, más que parte de un estilo parental, es un acto revolucionario en sí mismo y constituye una manera de cambiar el mundo, ya que garantiza futuras generaciones capaces de tener bajo control sus emociones e impulsos, de comunicarse de manera respetuosa evitando y erradicando la violencia.
Convertirse en este tipo de padres requiere un profundo trabajo interno desde lo cognitivo, lo conductual, lo emocional e incluso lo transpersonal. La tarea principal para cortar con los ciclos de violencia es aprender a “desaprender” todas aquellas reacciones y actitudes que venimos arrastrando y que nos han sido socialmente impuestas.
La autora presenta una pregunta para tomar como punto de partida: ¿Queremos conectar con nuestros hijos o queremos gobernarlos? Si lo que pretendemos es disciplinar desde la atención plena, la empatía y el respeto, debemos enfocarnos en generar vínculos de conexión con ellos. Criar un hijo no es sinónimo de controlar y mandar.
Tus hijos necesitan conectar contigo, sentirse seguros y amados, necesitan que les prestes genuina atención y buscarán la manera de obtenerla de manera positiva o negativa, de ahí la importancia de estar atentos, conscientes y presentes.
¿Cómo puedes evitar que tus hijos busquen llamar tu atención y reaccionar de manera negativa? Puedes lograrlo estando atento a sus necesidades, hablando mucho con ellos, mirándolos a los ojos, validando siempre sus emociones y sentimientos aunque parezca que están exagerando porque, recuerda, no lo están.
Es importante entender la importancia de la atención plena a la hora de pasar tiempo con tus hijos, porque puede que pases todo el día con ellos pero que eso solo sea compartir el espacio físico, lo cual no implica compartir tiempo de calidad.
Puedes conectar con tus hijos jugando juntos, haciéndoles preguntas sobre su día, sus amigos, sus intereses. Contándoles sobre tu trabajo o tus actividades, pidiéndoles su opinión, cantando juntos, contestando sus preguntas con honestidad, abrazándolos mucho, reconociendo y agradeciendo su colaboración en casa o sus conductas altruistas.
Mientras más atención plena les demos a los niños y mientras más necesidades anticipemos, menores serán los episodios de estallidos emocionales y menos serán las veces que ellos, con sus limitadas estrategias, deberán recurrir a las llamadas de atención negativas.
Ana Acosta Rodríguez plantea que el control excesivo no solo es negativo para la conexión, sino que limita demasiado a los infantes. Ellos son curiosos por naturaleza y aprenden desde la prueba y el error, desde lo táctil, desde el movimiento, y cada rincón, cada objeto es una oportunidad de descubrimiento y aprendizaje.
Frente a esto, es usual que los adultos usemos demasiado el monosílabo “No”, porque el miedo nos paraliza y no confiamos en el criterio de nuestros hijos ni en la naturaleza. Por supuesto que, como adultos responsables, debemos supervisar y estar presentes para que no se lastimen, pero eso no implica impedirles todo.
Debemos darles la posibilidad de explorar y limitar las negativas a aquellos acontecimientos que verdaderamente impliquen riesgo o sean muy incómodos o injustos para con otras personas, porque durante la primera infancia probando cosas nuevas crearán sus mapas mentales más nutridos.
Los padres y madres somos seres humanos y a veces hacemos o decimos cosas sin pensar, porque las tenemos incorporadas en nuestros discursos desde la infancia.
Sobre esto, la autora establece que la práctica de la atención plena nos ayudará a darnos cuenta de si estamos a punto de responder de manera agresiva y, si en algún momento explotamos, debemos pedir disculpas a nuestro hijo y corregir lo dicho.
Es importante siempre pedir disculpas y enmendar diciendo, por ejemplo: “No eres tonto, te dije eso porque era yo la que estaba enojada y fui yo quien perdió el control, te pido una disculpa”. Aunque tu hijo sea muy pequeño, debes pedirle disculpas.
Las palabras de amor nunca están de más. Esto no quiere decir que debamos mentirles con respecto a su desempeño o habilidades, porque puede ser contraproducente, pero sí podemos recordarles cada día que son amados por quienes son.
No debemos tener miedo de malcriar a nuestros hijos por hacerlos sentir amados continuamente, porque una familia amorosa genera la atmósfera necesaria para que los niños crezcan con la seguridad y la confianza de que merecen ser amados.
El amor nunca malcría, pero un vínculo de conexión deficiente e ignorar a tu hijo sí lo hace.
Las actividades mediante las cuales los seres humanos buscamos satisfacer nuestras necesidades y establecer relaciones sociales constituyen la base para el desarrollo psíquico de la personalidad.
Todos, a lo largo de nuestra vida, tenemos necesidades que deben satisfacerse para poder sobrevivir y desarrollarnos en plenitud, y los niños no quedan exentos.
Estas necesidades se generan a partir de estados de carencia y dirigen nuestro comportamiento. Es decir, cuando hay algo esencial que nos está faltando haremos lo que sea para obtenerlo.
Los padres debemos ocuparnos de identificar y cubrir las necesidades de nuestros hijos porque ellos no pueden hacerlo por sí mismos cuando son muy pequeños. También es fundamental propiciar el ambiente adecuado para que puedan satisfacerlas de manera autónoma a medida que van creciendo.
Tienes que aprender a confiar en que tus hijos pueden hacer muchas más cosas de las que piensas y evitar poner reglas constantemente, fomentando que se planteen objetivos acordes a su edad.
Las necesidades tienen mucho que ver con la disciplina respetuosa; la falta de cobertura en los niños se verá reflejada en su comportamiento.
Ante un conflicto, llanto, queja, o cuando el niño esté tratando de llamar nuestra atención de manera negativa, antes de tomar alguna medida disciplinaria es importante que nos preguntemos: “¿Qué necesidades no están siendo cubiertas en mi hijo?”.
Por ejemplo, si tu hijo te tira del pelo mientras estás sentado a su lado mirando el teléfono móvil, seguramente le digas que se detenga, pero continuará haciéndolo. Normalmente tendemos a pensar que lo hace por el puro placer de molestar y solemos reaccionar de mala manera, pero quizás lo que está pidiendo es cubrir su necesidad de atención.
Ana Acosta Rodríguez problematiza el hecho de que cuando un niño pega a otro niño, o un adulto pega a otro adulto, o un niño pega a sus padres, eso es entendido como violencia, mientras que cuando un padre le pega a su hijo no solemos intervenir porque cada quien “disciplina como quiere”.
La autora hace hincapié en que eso no se trata de disciplina sino de abuso, y dice que todos deberíamos levantar la voz por aquellos que no pueden hacerlo.
Los niños son especialmente vulnerables, están formando su carácter y madurando. Con golpes y gritos los estamos hiriendo profundamente y de por vida.
Además, la autora plantea que lo paradójico es que está demostrado por cientos de investigaciones que el castigo físico no es la manera más efectiva de enseñar, porque se basa en el miedo y hace daño.
Este estilo parental, denominado disciplina punitiva, tiene innumerables efectos negativos en los niños a nivel emocional y social, como dependencia emocional, dificultades para la socialización, baja autoestima y depresión.
Para pensar una nueva manera de disciplinar a nuestros hijos sin violencia y mediante una crianza consciente, la autora presenta un modelo que denomina “Disciplina C. E. R.”, cuyo nombre corresponde a las siglas de las palabras consciente, empática y respetuosa.
La autora presenta una serie de lineamientos y bases de la disciplina C. E. R.:
Además, Ana Acosta Rodríguez enumera cuatro pilares de la disciplina C. E. R.:
Si alguna vez has recurrido a gritos o golpes para “educar” a tus hijos, y luego te sentiste culpable y te preguntaste si existían otras formas de hacerlo, este libro es la respuesta que estabas buscando.
En “Disciplina sin lágrimas”, de Daniel Siegel y Tina Payne Bryson, encontrarás otro gran libro para seguir profundizando en el aprendizaje de una crianza cultivada desde el amor y el respeto.
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Autora y blogger dedicada a temas sobre maternidad alternativa y nutrición materno-infantil. Se formó en Nutrición en la Universidad Nacional de... (Lea mas)
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